jueves, 30 de abril de 2009

Promesas, orgullo y verdad.


Nunca supe si es mejor conocer la verdad hiriente o vivir en la felicidad del autoengaño. Sentir que hay algo más que lo que vemos a simple vista, frente al miedo de preguntar y descubrir una realidad casi siempre lacerante y dolorosa.
La posibilidad de ver nuestro orgullo herido, la posibilidad de quedarnos sin la coraza que nos protege y la posibilidad de desenmascarar las mentiras que nos salvan del abismo del dolor irreversible hacen que vivamos más felices huyendo, ignorando la verdad. Porque no queremos que aquellas promesas que auguraban felicidad y bienestar caigan en el olvido, porque es más fácil mirar hacia otro lado y negar lo evidente.
Pero no lo pronunciaré en voz alta o tendré que enfrentarme a la posibilidad de una evidencia desagradable.

martes, 14 de abril de 2009

Invisibles


Me llamo Nely y tengo 14 años. Recuerdo que hace seis un hombre blanco vino de madrugada a mi casa. Recuerdo que era una noche lluviosa, y los gritos entre mamá y papá me despertaron. Hablaban de mi, la mayor de cinco hermanos, la única chica y la que mejor precio alcanzaría en el mercado. Recuerdo que mamá vino a nuestra habitación, yo me hice la dormida porque no quería disgustarla y ella me despertó con un susurró y una lágrima que se le escapó y cayó sobre mi.
Y ahí estaba yo frente a tres desconocidos: uno que no había visto nunca antes y otros dos que llevaban 8 años fingiendo ser mis padres, pero que aquella noche estaban irreconocibles.
Pese a todo levante la vista y fijé mis tristes y pequeños ojos en el hombre blanco. Fue la primera y última vez que mire a los ojos a mi nuevo dueño, nunca jamás en los próximos años tuve el valor de volver a hacerlo.
Ordenó que me desnudara, quería comprobar que todo estubiera en orden, saber que hacía la elección correcta y mi papá sonrió cuando supo cuanto dinero valía mi vida.
Cada noche sueño con volver atrás en el tiempo para poder preguntarles porqué lo hicieron. Sueño que vuelvo a casa y que mamá me cuenta que realmente la situación mejoró gracias al dinero que recibieron a cambio de mi libertad. Y sueño que ya no tengo que dejar que hombres sudorosos se posen sobre mi y me obliguen a someterme a todo tipo de vejaciones.
Quisiera poder negarme cuando me piden que me desnude, quisiera poder huir.
Pero qué más da, al fin y al cabo mi vida no vale más que un lavavajillas.

domingo, 12 de abril de 2009


El humo que se respira por todo el bar entra y sale de tus pulmones. Notas como la cabeza te da vueltas y, si cierras los ojos, la sensación de estar en una montaña rusa parece casi real. Te estás mareando, la gente no para de moverse a tu alrededor...empiezas a darte cuenta de que vomitar va a ser casi inevitable.
Y aún así, cualquier canción que suene en el stereo, cualquier letra cutre y romántica que se oiga entre el barullo te seguirá recordando a él. Y te seguirás sintiendo imbécil. Sólo queda pensar una vez más que c'est la vie.