sábado, 29 de septiembre de 2012

Nos vamos a Puerto Rico

Tuvo que volver a escuchar aquellos primeros compases de la canción que marcó un antes y un después en aquella que fue su gran aventura. Todos los recuerdos, la emoción vivida, la felicidad, los nervios, todo volvió a estar otra vez muy presente. La canción que habían estado escuchando durante aquellos últimos días maravillosos que vivieron juntos. Aquellos últimos días de su amor; los últimos y los primeros en realidad. Habían sido demasiado cobardes.
Recuerda los bailes latinos, las canciones susurradas al oído con aquel acento delicioso.
El escenario que fue testigo de las dudas, las charlas y las ilusiones. El mismo que les escuchó reír hasta no tener más aire en los pulmones, hasta que las lágrimas caían de la manera más perfecta por sus mejillas coloradas por el sofoco, el estrés, la alegría y sobretodo una tontería inmensa que sólo podía ser fruto de la felicidad más honda. Dios, cómo bailaron en los espacios imparciales aquellos locos. Aquellos extraños que habían acabado sin saber cómo ni porqué juntos y revueltos, participantes todos de una misma comedia.



Aquellas reflexiones que escuchó hace ya mucho tiempo en una película de Isabel Coixet vuelven hoy a estar presentes.

"La felicidad es injusta. Cuando somos felices no nos damos cuenta, eso también es injusto. Deberíamos vivir la felicidad intensamente y tendríamos que poderla guardar para que en los momentos en que nos haga falta pudiéramos coger un poco, del mismo modo que guardamos cereales en la despensa o recambios de papel higiénico por si se acaba, ¿entiende?"
Y claro que lo entiende. ¿Quién no?