La
ira crece dentro de mi. El enfado, la impotencia. Me siento
gilipollas, una marioneta sin voz ni voto, un títere sin cabeza a
las órdenes de un estado cada día más dictatorial. Los
porcentajes, las estadísticas, los números presupuestarios... se
nos llena la boca pronunciando grandes titulares (esto cuando nos
enteramos de la infamia oculta tras los púlpitos del parlamento):
“El 21,6% de la población española vive bajo el umbral de la
pobreza”, “Los recortes en sanidad en España ponen vidas en
riesgo: 6.700 millones menos para sanidad”, “España se sitúa a
la cabeza de la UE en fracaso escolar con un 25 %”. Pero por lo
general, la mainstream
media,
prefiere titulares ridículos del pelo de “TVE explica cómo vestir
a las hijas con decoro para que no provoquen” o “La FAO invita a
criar y comer insectos para luchar contra el hambre” y cuando toca
leer el BOE entre líneas para saber qué está pasando tras las
grandes cortinas de humo del gran mago y presidente Mariano (digo
mago, porque ha de ser por arte de magia que el PP tenga la mayoría
absoluta y que seguramente ganaría las elecciones otra vez de
celebrarse unas en estos momentos), agachan las orejas y se achantan.
Y todo esto, para llegar por fin al quid de la cuestión, lo que me
está atormentando desde hace un par de días (a mi y a millones de
personas en mi misma situación, supongo y asumo; sino, es que lo que
tenemos es un problema de sentido común e inteligencia a nivel
estatal, fruto de años de esfuerzo de las autoridades para que nos
convirtamos en ovejas idiotas viajando en manada hacia el abismo
pepero): el último intento de los grandes cargos por echar de este
país (al cual no se nos pregunta si deseamos pertenecer por cierto,
violando ya de paso, una vez más, el derecho del ciudadano, de la
plebe, a la autodeterminación) a todo aquel joven de provecho que
pretende buscarse el sustento.“Quien quiere peces que se moje el
culo”. Y es eso queridos gobernantes lo que intentan los miles
y miles de emigrantes españoles en el exilio.
Mientras nos cebábamos, cual cerdos antes del sacrificio final, con
opíparas comilonas navideñas y pensábamos en lo retrógrado y
denigrante de la nueva ley del aborto, en Madrid se gestaban para
nosotros grandes planes. Es una posibilidad, una entre muchas claro,
que todo el revuelo con la ridícula ley de Gallardón sea un intento
por despistarnos de lo que realmente se está cociendo en los
subsuelos. Y quiero pensar que así es porque la implantación y
puesta en marcha de la famosa ley me parece simplemente surrealista.
Una vuelta al franquismo, a los años 60, cuando algunos guardaban un
seiscientos en el garaje y las mujeres sólo servíamos para limpiar
culos y escaleras. Ah, y para ser incubadoras vivientes de criaturas
desgraciadas que, en ocasiones, no eran bienvenidas.Quiero pensar que
ante tal corte de manga a nuestras libertades básicas, la sociedad,
el mundo, y los derechos humanos vencerán. Cualquier otra opción
sería mucho más que insultante.
Total, que con tanto revuelo e indignación a nadie le quedan ni
fuerzas ni tiempo para leer detenidamente el BOE. Y así, de la
manera más fácil, tonta y LEGAL, nos la cuelan por todos lados.
Cuando sabemos que un diagnóstico precoz es esencial, vital,
fundamental, necesario, para poder hacer frente a toda enfermedad. Y
la salud, amigos míos, es lo primero. Porque sin salud no hay vida y
la vida lo es absolutamente todo. ¿Estamos, por tanto, ante una
nueva forma de genocidio del siglo XXI? Las proporciones del problema
se me van de las manos. 90 días fuera de casa para una titulada
universitaria en paro como yo y c’est fini mi acceso a la
sanidad pública. ¿Qué cojones os hace pensar que si no tengo un
puto trabajo voy a poder pagarme un seguro privado?¿Nos estáis
invitando a huir de aquí y no volver nunca más? ¿A quedarnos
sentados y de brazos cruzados chupando del bote (mas vacío que lleno
últimamente)? Pues ya me explicareis si todos los desempleados sin
derecho a prestación o subsidio (miles de jóvenes, y no tan
jóvenes, con títulos universitarios, grados medios y superiores,
necesarios, mi señor amo, para que las arcas públicas vuelvan a
llenarse, para que vuelvan los años de prosperidad y dejar atrás la
miseria) nos piramos para no volver, quién coño pagará vuestras
putas pensiones. ¡Ah no! Que eso ustedes lo tienen asegurado por su
magnífica gestión de la situación actual.
Y no me gusta. No me gusta un pelo en lo que nos estáis
convirtiendo. En gente llena de odio, de ira, de envidia, dispuesta a
trepar y pisotear por un bocado de pan. Me da ASCO. En mayúsculas.
Un asco mayúsculo.
Sin embargo, se me ocurre que siempre es positivo mirar el vaso medio
lleno. Si algo podemos sacar de toda esta ingente cantidad de
injusticia es que la unión hace la fuerza. Personalmente, yo me uno
al minero asturiano,al médico madrileño y al agricultor andaluz. Al
emigrante catalán buscando trabajo en China y al inmigrante
Nigeriano recién llegado en patera. Más allá de identidades,
patriotismos y sensibilidades políticas todos tenemos algo en común,
somos víctimas de un sistema imperfecto, un modo de funcionar
obsoleto, una maquinaria desgastada y unos gobernantes con muy mala
leche. Nuestra meta debería ser la recuperación de derechos
fundamentales como la libertad de elegir dónde, cómo y con quién
queremos vivir nuestra vida. Y si no nos queda otra, sinceramente, y
bajo mi humilde opinión, la solución a todo esto sólo la podemos
encontrar en la desobediencia.
Me despido con una cita de Erich Fromm: “Una persona puede
llegar a ser libre mediante actos de desobediencia, aprendiendo a
decir no al poder. Pero no sólo la capacidad de desobediencia es la
condición de la libertad; la libertad es también la condición de
la desobediencia. Si temo a la libertad no puedo atreverme a decir
“no”, no puedo tener el coraje de ser desobediente. En verdad, la
libertad y la capacidad de desobediencia son inseparables; de ahí
que cualquier sistema social, político o religioso que proclame la
libertad, pero reprima la desobediencia, no puede ser sincero."
Atentamente,
La víctima del estado #1.003.998