lunes, 28 de abril de 2014

Ese que aún no conozco

Te escribo a ti, ese que aún no conozco.


Te hablo desde un punto fijo en el pasado. Desde una tarde más, en una habitación más, la mía. Cuatro paredes color salmón que me arropan, me protegen, me resguardan, cada día.
Está lloviendo ahí afuera. A través de las cortinas se intuyen las siluetas de las verdes montañas. Esas que miro sin ver a diario. Entiendo ahora, que no hay final sin sepultura y, también, que la Z es la última letra del abecedario.
Es posible, que si no fuera por esto que anoto, nunca te cuente sobre lo que hoy ocurra. No hay nada que haga pensar que esta jornada vaya a pasar a la historia, nada de relatos sobre la mujer barbuda.
Sólo es que me he acordado de ti, ese que aún no conozco. No sé cual es tu nombre, ni cual tu quimera, te miro en todas las fotos que todavía no han sido hechas y sé, tan sólo, que, gracias a ti, mi vida ha llegado a su primavera.
Quiero decirte desde este preciso momento en el transcurrir de la vida, que hubo un tiempo en el que aún no habías llegado a mí, en el que aún el camino estaba oscuro y sin guía.
Sin embargo, antes de saber siquiera si existes o existirás, te estimo y extraño desde la distancia. Hoy es un día cualquiera, a su vez, grande para alguno, y adivino, que antes de que me de cuenta, estaremos ya en el próximo desayuno.
No sé quien seré cuando te lea estas palabras. El tiempo pasa y las arrugas y el pelo cano no serán lo único en lo que haya cambiado. Serán, no obstante, esenciales, determinantes, las baldosas que queden tras de mi en el sendero caminado.
Quiero meramente decir unas pocas palabras. Soy quien fui, y seré quien soy. Tuve miedo y fui feliz. Lloré tanto de congoja y morriña como de dicha y, también, de alguna riña. 
Ame tanto como me amaron a mi, mucho; demasiado en ocasiones y demasiado poco en otras. Y fui tan fuerte como débil cuando, frente a mis ojos, vi tantas promesas rotas.
Me alegro muchísimo de conocerte, compañero. Quizás sea lo mejor que me haya pasado un veintisiete de abril cualquiera, hoy que por fin me he dado cuenta de lo mucho que ya te quiero.
Saliste de mis entrañas en algún punto del futuro. Empero, regalarte el resto de mis mañanas y dedicarte todas mis sonrisas juro.