Mi muy queridísimo Alex,
No he podido pegar ojo esta noche. Misión imposible,
en serio. Con cada vuelta que daba sobre mi misma en la cama, y te puedo
asegurar que no han sido menos de medio millón, repasaba mentalmente la forma
de tu nariz. ¡Qué fea es! Es enorme, aguileña, y está totalmente
desproporcionada respecto al resto de tu cara. Es como si te la desfigurara
entera, como el pegote mal hecho con photoshop
de ese niño que no acudió al cole el día que se sacaban las fotografías para el
anuario escolar. Llámame fetichista, o lo que quieras, ciega quizás funcionaría
mejor en mi caso, pero a mi, tu nariz, me vuelve loca.
A ratos, durante lapsos de tiempo apenas significativos,
conseguía quedarme dormida. Aunque soñaba contigo todo el tiempo. El mismo sueño
una, y otra, y otra vez. Era la recreación de aquel picnic que hicimos en la
playita nudista de la costa azul. ¿Te acuerdas? Fue una tarde horrible. Al
menos para mi. Tú parecías bastante entretenido mirando los pechos de aquella
tía holandesa que pensó que jugar al volleyball totalmente desnuda teniendo al
menos una 120 de pecho era una buena idea. Créeme cuando te digo que aquel día,
en aquella cala tan bonita, yo atesoré uno de los peores recuerdos de los cinco
años de nuestra, a ratos tormentosa, relación. Durante unos segundos llegué a tener
incluso arcadas, aún no sé cómo no se me indigestó la cena (si es que a
aquellos sándwiches de mortadela con toque especial que me preparaste, arenita
de playa, podemos llamarles tal cosa). No, no estoy exagerando. La visión de tu
pene arrugado, tu barriguita cervecera y tus tetillas mientras mirabas atontado
a la holandesa pechugona era algo… aterrador, repulsivo. Luego pienso en mi
allí, bebiendo el vino blanco que habíamos comprado en el Carrefour como si no hubiera mañana, a ver si con la borrachera
acababa por verte borroso y ahorrarme la lamentable escenita, y, sinceramente,
me dan ganas de llorar. Además estaba quedándome congelada, tenía los pezones
duros como piedras y la naturaleza se colaba por cada orificio de mi cuerpo (y
créeme también cuando te digo que eran muchos y muy variados). Después, aquella
noche, cuando volvimos a nuestro alojamiento 5 estrellas, no quise ni que me
rozaras el dedo meñique por debajo de las sabanas y me pase exactamente tres
horas y cuarenta y un minutos sin hablarte.
Este era el sueño. Todo el tiempo el mismo. Luego, cada vez
igual, despertaba de repente con un sabor agrio en la garganta y completamente
bañada en sudor. Entonces me quedaba mirando la negrura de mi habitación
durante largo rato y me esforzaba por recordar todos los motivos por los que ya
no te quiero. Me he acordado de los siguientes: odio como miras a otras
mujeres, como si no pudieras evitar empalmarte sólo con verlas, como si no
pudieras evitar que se te caiga la baba a su paso; me pones de los nervios con esa manía tuya de
tocarme el culo disimulada pero constantemente en espacios públicos; me da un
asco terrible cuando te echas pedos dentro de mi cama; no soporto el tic ese
que tienes en los ojos cuando te pones tenso; y me caes fatal cada vez que me
llevas la contraria. Pero no he podido pensar en nada más.
Después, giraba sobre mi misma y volvía a pensar en tu
nariz. Vuelta a empezar.
Y ahora que ha amanecido me he dado cuenta de que me he
cansado, de que estoy agotada de obligarme a mi misma a odiarte y a no quererte
más. Porque aunque lo intente con fuerza cada noche, ya no encuentro los
motivos para seguir enfadada contigo. Así que sólo quiero que sepas que quedas
absuelto de tu penitencia. Que te perdono. Y me gustaría preguntarte, de esta
manera tan tonta, tan mía, si te gustaría volver a venir conmigo a hacer picnic
en una playa nudista. Me gustaría decirte, que ahora ya no me importarían el
frío ni las holandesas. Y también quisiera que volvieras a tocarme el culo
cuando crees que mis padres no nos miran, y que te tires pedos (sólo a veces,
de vez en cuando) en mi cama y que tus ojos hagan cosas raras en mi presencia
porque te sigo poniendo nervioso en ocasiones. Incluso quiero que discutas
conmigo porque sino lo que pasa es que me aburro, que me aburro mucho, en un
universo en el que tú ya no estás a mi lado.
Todo esto quería decirte, mi muy queridísimo Alex, porque me gustaría volver a poder dormir por
las noches.
Te quiero,
Siempre tuya.