miércoles, 21 de enero de 2015

Mi muy queridísimo Alex

Mi muy queridísimo Alex,

No he podido pegar ojo esta noche. Misión imposible, en serio. Con cada vuelta que daba sobre mi misma en la cama, y te puedo asegurar que no han sido menos de medio millón, repasaba mentalmente la forma de tu nariz. ¡Qué fea es! Es enorme, aguileña, y está totalmente desproporcionada respecto al resto de tu cara. Es como si te la desfigurara entera, como el pegote mal hecho con photoshop de ese niño que no acudió al cole el día que se sacaban las fotografías para el anuario escolar. Llámame fetichista, o lo que quieras, ciega quizás funcionaría mejor en mi caso, pero a mi, tu nariz, me vuelve loca.
A ratos, durante lapsos de tiempo apenas significativos, conseguía quedarme dormida. Aunque soñaba contigo todo el tiempo. El mismo sueño una, y otra, y otra vez. Era la recreación de aquel picnic que hicimos en la playita nudista de la costa azul. ¿Te acuerdas? Fue una tarde horrible. Al menos para mi. Tú parecías bastante entretenido mirando los pechos de aquella tía holandesa que pensó que jugar al volleyball totalmente desnuda teniendo al menos una 120 de pecho era una buena idea. Créeme cuando te digo que aquel día, en aquella cala tan bonita, yo atesoré uno de los peores recuerdos de los cinco años de nuestra, a ratos tormentosa, relación. Durante unos segundos llegué a tener incluso arcadas, aún no sé cómo no se me indigestó la cena (si es que a aquellos sándwiches de mortadela con toque especial que me preparaste, arenita de playa, podemos llamarles tal cosa). No, no estoy exagerando. La visión de tu pene arrugado, tu barriguita cervecera y tus tetillas mientras mirabas atontado a la holandesa pechugona era algo… aterrador, repulsivo. Luego pienso en mi allí, bebiendo el vino blanco que habíamos comprado en el Carrefour como si no hubiera mañana, a ver si con la borrachera acababa por verte borroso y ahorrarme la lamentable escenita, y, sinceramente, me dan ganas de llorar. Además estaba quedándome congelada, tenía los pezones duros como piedras y la naturaleza se colaba por cada orificio de mi cuerpo (y créeme también cuando te digo que eran muchos y muy variados). Después, aquella noche, cuando volvimos a nuestro alojamiento 5 estrellas, no quise ni que me rozaras el dedo meñique por debajo de las sabanas y me pase exactamente tres horas y cuarenta y un minutos sin hablarte.



Este era el sueño. Todo el tiempo el mismo. Luego, cada vez igual, despertaba de repente con un sabor agrio en la garganta y completamente bañada en sudor. Entonces me quedaba mirando la negrura de mi habitación durante largo rato y me esforzaba por recordar todos los motivos por los que ya no te quiero. Me he acordado de los siguientes: odio como miras a otras mujeres, como si no pudieras evitar empalmarte sólo con verlas, como si no pudieras evitar que se te caiga la baba a su paso;  me pones de los nervios con esa manía tuya de tocarme el culo disimulada pero constantemente en espacios públicos; me da un asco terrible cuando te echas pedos dentro de mi cama; no soporto el tic ese que tienes en los ojos cuando te pones tenso; y me caes fatal cada vez que me llevas la contraria. Pero no he podido pensar en nada más.
Después, giraba sobre mi misma y volvía a pensar en tu nariz. Vuelta a empezar.
Y ahora que ha amanecido me he dado cuenta de que me he cansado, de que estoy agotada de obligarme a mi misma a odiarte y a no quererte más. Porque aunque lo intente con fuerza cada noche, ya no encuentro los motivos para seguir enfadada contigo. Así que sólo quiero que sepas que quedas absuelto de tu penitencia. Que te perdono. Y me gustaría preguntarte, de esta manera tan tonta, tan mía, si te gustaría volver a venir conmigo a hacer picnic en una playa nudista. Me gustaría decirte, que ahora ya no me importarían el frío ni las holandesas. Y también quisiera que volvieras a tocarme el culo cuando crees que mis padres no nos miran, y que te tires pedos (sólo a veces, de vez en cuando) en mi cama y que tus ojos hagan cosas raras en mi presencia porque te sigo poniendo nervioso en ocasiones. Incluso quiero que discutas conmigo porque sino lo que pasa es que me aburro, que me aburro mucho, en un universo en el que tú ya no estás a mi lado.
Todo esto quería decirte, mi muy queridísimo Alex,  porque me gustaría volver a poder dormir por las noches.

Te quiero,

Siempre tuya.