Las aguas suenan feas. Un vals loco, astuto, aturdido. La mampara
de unas sombras ciegas. Tenías un dorso perfecto, y “¡qué abdominales!” Madre
mía. Me encantaste.
El tejado amarillento de los edificios solitarios. En las
afueras de Madrid. Un edificio antiguo y precioso. Hecho y conservado con una
magnitud y una señorialidad importante y compleja, asombrosa.
Recordó de pronto un tiempo y una sensación muy particular,
muy especiales a su extraña manera, que resultaban ya muy remotos. Por alguna
razón los recordó con cariño.
Fotografía de Dorothi Iannone
La lluvia cae ahí afuera. Es un tópico y no parece una
manera muy precisa y acertada para ponerse a escribir. Lo sé; pero como no caer
en la tentación siendo exactamente una descripción tan precisa y fiel de la
realidad. Es lo que está pasando: anochece, la lluvia cae rara y no hace calor
afuera. O al menos para mí, campeona olímpica en destemple. Juego en primera.
Aquí dentro, una lámpara del Ikea suplicante alumbra mi
habitación naranja.
Se deduce aquí, en mis dos últimas palabras, que mi
habitación es naranja. Un naranja que a mí me encanta. No demasiado chillón y
artificial. El tono exacto para no ser hortera y en exceso azuzador. El que te
saca de dentro la textura y el sabor precisos. Al menos a mí.
Pero lo que iba diciendo. Que la lámpara color blanco marfil
(del exacto color del que será mi precioso vestido de novia, me case o no) me
mira en un intento suplicante de ser desprovista de la fina capa de polvo que
ya empieza a formarse. Amenaza con hacer la huelga indefinida si no mejoro
pronto su precaria situación. Ha tenido que despedir voltios porque no puede
seguir manteniendo a toda la plantilla y, en consecuencia, en los barrios más
empobrecidos ya han comenzado a robar cobre. Pero es que, ¡qué le va a hacer sí
él también va al límite y ha dejado de poder pagar las facturas! Además, por si los problemas de conciencia no
fueran suficientes, su extremidad más sensible, el enchufe, ha recibido algún
que otro chispazo en las últimas semanas. En resumen, que me mira diciendo que
ya es hora de que le dé la jubilación que le corresponde por el servicio
ofrecido en el último lustro. Me lo pensaré, al fin y al cabo se está agustico
así cuando llueve ahí afuera. Supongo que estoy convirtiéndome en una auténtica
dictadora anarquista. Aunque suene un poco raro.
Las paredes visten fotos de todos los tiempos y tamaños. Y
también me custodian una docena de elefantes de todas las formas; camuflados en
los rincones más inesperados, colando su trompa y sus grandes y graciosas
orejas por todas partes.
Siento los dientes rozando la parte interior de los labios
húmedos; ligeramente abiertos estos, sólo en la parte central, un milímetro escaso.
Mis ojos me piden, algo cansados, que les liberé de las
peticiones tiránicas y caprichosas del sentido estético y la practicidad. Unas
gafas y en seguida a dormir. Descanso hasta mañana, cuando la luz haya
despertado de su letargo diario.
Un mechón de pelo aplica el calor correspondiente en la
parte derecha de mi frente, que es mi lado más hábil por otra parte. A la parte
derecha del cuerpo me refiero. Con la izquierda escribo muy mal y al maquillarme no
me manejo. Para masturbarme tampoco es la mejor. Que no soy zurda vaya.
La cabeza no me duele y la boca no me sabe a nada concreto.
Supongo que sólo sabe a mí. Sea eso bueno o malo. Una nunca acaba de conocer
cómo son los fluidos y olores de su propio cuerpo. Me gustaría probarme y
descubrirlo. Y sé que a ti también. Los tuyos propios quiero decir.
¿Conectaríamos con nosotros mismos? ¿Nos caeríamos bien si fuéramos los otros?
Por otro lado, más abajo, las piernas lloriquean de risa con
los primeros cosquilleos. Estoy sentada sobre ellas, un poco de mala manera que
se diría en plan coloquial, y quieren que cambie de postura y me siente de una
santa vez como una señorita, que es lo que soy.
Ahora mismo una canción de Beck, Don´t let it go me acompaña a través de los altavoces de mi
ordenador. Me gustaría contaros una historia interesante y divertida de porqué
está en mi lista de reproducción, un recuerdo especial de un día especial con
una persona especial, pero lo cierto es que aunque no me disgusta, tampoco me
entusiasma en exceso y, definitivamente, tampoco tiene una gran anécdota que
salga en su defensa y la justifique.
Sin embargo, Spotify me
recomienda ahora el último hit de Maná y Shakira, una canción que me ha
parecido enternecedora y me ha dado toh
el buen rollo, de estas que te dan un poco de calor en el arma, que dirían por el sur. Eres
mi amor, mi alegría dicen al unísono. Es un tópico, como mi comienzo, pero
tampoco está tan mal, ¿no? Igual que la canción de Beck. Y es que no se pueden
escuchar siempre sólo temazos. A veces simplemente el aleatorio no se pone de
tu lado y se esfuerza en boicotearte.
El aire entra y sale de mis pulmones cada tres segundos, a
un ritmo fijo.
Sin más. ¿Y tú? Cómo te sientas y sientes tú.