viernes, 15 de mayo de 2015

Yo

Tendrás que conformarte con esa de ahí, 
la que me mira, 
coqueta,
desde el espejo.

Tendrás que cogerla de la mano
y hacer que se funda con la tuya,
en un abrazo apenas perceptible
de unos dedos que se buscan.

Tendrás que soportar verla a diario;
tan sólo a medias,
tan sólo a ratos,
tan sólo un poco.

Pues yo me quedo aquí,
en el reflejo, muda y sola.
A un metro de la otra,
la que no me quita el ojo de encima.

Esa que te regalo entera:
en cuerpo y alma,
en mente y espíritu,
en carne y hueso.

Pues yo me quedo en este lado,
donde la luz no puede,
ni cuando lo intenta,
alcanzar mis sombras.

Me quedo con mis secretos;
diminutas amapolas y rompecabezas infinitos, 
ilustres entresijos o llanuras límpidas.
Los guardo enteros para mí.

Pero no; no llores, no sufras.
Tan sólo ocurre que es 
la mejor forma que he sabido encontrar 
para que no te marches de mi lado.

Yo, soy yo.
No tan sólo la sombra de eso otro más grande,
más poderoso. 
Un suspiro,
o un breve reflejo.