miércoles, 10 de junio de 2009

-Quédate, para siempre.


-He venido por ti.

Casi le da un vuelco el corazón. No sabía que decir, ni que hacer, ni siquiera estaba segura de que él fuese quien pensaba, pero entonces descubrió su sonrisa al otro lado del sombrío apartamento que se fundía con la casi completa oscuridad. Era sincera, de eso no cabía duda y si después de todo él seguía allí esperandola, sólo podía pensar que se trataba de amor verdadero. Asique hizo lo mejor que pudo haber hecho: se entregó en cuerpo y alma, desde entonces y para siempre, a aquel hombre que aguardaba en silencio, sin pausa, pero sin prisa, a que ella lo encontrara en algún lugar recóndito de su joven corazón.
Quedó impasible allí mismo, esperando que una fuerza superior la guiara en el camino, pero en vez de eso él se le acercó y la desnudó con sus manos fuertes, prenda por prenda, despacio, y la llevó hasta el dormitorio en brazos. Cerró los ojos, quería memorizar cada segundo que pasara con él, quería retenerlo en su memoria para siempre. Buscó sus labios en la oscuridad, lo apretó contra sí y sintió los latidos de su corazón a través de sus pechos firmes y nerviosos. Se dejó llevar y agudizó todos sus sentidos y se dijo a sí misma que, si la perfección existía y tenía un olor, era el de él.

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