viernes, 17 de julio de 2009

Ay, amor!


Te pasas la vida intentando evitarles el dolor, alejándoles del sufrimiento y mostrándoles sólo las partes bellas de la vida. Cuando son pequeños siempre encuentras las palabras correctas, esa combinación mágica de letras que consigue que las lágrimas dejen de brotar; Es fácil poner tiritas sobre las héridas. Pero, de pronto, llega un día en el que esas héridas son demasiado hondas. Llega un día en el que ya no puedes esconderles más de la verdad, de la vida. Y ese día empiezas a ser tu quién sufre con ellos porque ya no está en tus manos su felicidad. Ahora ya no puedes hacer nada para protegerlos. Al fin y al cabo, quién puede vendarles el corazón?

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