jueves, 23 de julio de 2009

-No me mires así.
-Así cómo?
-Como si fuera la última vez, como si este fuera mi momento, como si fuera la única ocasión que me vas a dar para quererte, para decirte que quiero querdarme contigo.
-Yo nunca te dije que pudieras hacer tal cosa.
-Lo siento, se me olvidó pedirte permiso para enloquecer por ti y por tus ojos transparentes y por tu sonrisa impecable y por tu dulce voz y por tu forma de tocarme...Lo siento por no ser esa clase de persona que puede separar el placer del amor, o lo ansiado de la realidad. Lo siento por jugar a intentarlo una y otra vez sin tener en cuenta las posibles consecuencias.

Ella siguió mirandole fijamente a los ojos, esos ojos que pedían a gritos comprensión, compañía y, sobretodo, cariño, y una gran sonrisa ocupó el lugar del que hasta el momento había sido un rostro más bien fúnebre.
-Enseñame.
-¿Qué?
-A que sienta yo también lo mismo por ti. Lo siento por no ser esa clase de persona que se enamora fácilmente, por no querer amar por miedo a que me duela cuando me quede sóla, por no saber...

Antes de terminar aquella frase su habitual aspecto sombrío había vuelto y sus labios empezaron a temblar al mismo tiempo que sus ojos se llenaban de lágrimas. Él cogió su mano y la apretó fuerte contra sí, y ,sin dejar de mirarla a los ojos ni un solo segundo, le susurró:
-No tengas miedo, jamás te dejaré sóla. Yo tampoco sabía qué era el amor hasta que te conocí.

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