miércoles, 3 de marzo de 2010

Linger



Se apresura a ponerse los auriculares y abre el libro que siempre lleva a mano tan pronto como toma asiento, y se embriaga así, de una historia medieval, de las penurias de Isabelle, la sonrisa inocente de la triste Marie y la serenidad a pesar de las adversidades de la hermosa Susanne. Sin saber muy bien por qué, mientras imagina que ella es la protagonista vestida con un largo vestido de ese mismo color azul que describen una y otra vez todas esas páginas que aún no ha leido, levanta la vista de esas hojas amarillentas y posa su mirada en las calles de una ciudad que hoy se encuentra cubierta de nubes y que sufre la amenaza de las primeras gotas de lluvia de una primavera inminente. Descubre así una señora de mediana edad, de un pelo moreno, largo y descuidado, con un pañuelo que intenta, sin éxito, cubrirlo y proteger de paso a la mujer que se encuentra debajo de esa ropa maltrecha del frío aire de marzo, que semiescondida y recostada sobre un contenedor, busca desesperada entre lo que muchos han considerado caduco, inútil y sobrante. A su alrededor, un hombre descarga botellas de Coca-cola de un camión; dos niñas pequeñas que lucen unos graciosos uniformes de cuadros pasean de la mano seguidas con los ojos por sus madres, que caminan unos metros detrás de ellas; una señora saluda a un conocido del trabajo...pero a la mujer que busca esperanza en el fondo de un contenedor no la ve nadie. Unos metros más adelante una joven posiblemente proveniente del Este, sale de un bar apresurada con el telefono móvil pegado a la oreja, atenta a lo que alguien en el otro lado de la línea le está contando, nada bueno puede deducir, pues estalla en un sollozo sordo y se lleva una mano a la boca, como escondiéndose. No sabe que nadie le está mirando excepto ella, que gira rápidamente la cabeza queriendo saber más sobre esa chica que llora desconsolada... pero es demasiado tarde, el semáforo cambia a verde y el autobús avanza rápido hacia otras vidas. Hacia otras posibles Isabelles, Maries y Susannes del siglo XXI. Cansada de esas calles ciegas vuelve la vista hacia su libro, pero una espesa capa húmeda le nubla la vista. Al darse cuenta de su propia indiferencia no puede evitar que una lágrima caiga para mezclarse entre las letras de las palabras de las páginas de esa historia que, de pronto, le parece tan lejana.





2 comentarios:

  1. Desde un banco se puede observar lo que pasa a tu alrededor llegando a descubrir o intuir historias ajenas a nosotros. lo peor es ver escenas desagradables,pero si se escapa una lágrima seguro que no es por indiferencia,con las cosas que nos conmueven podemos derramar alguna lágrima
    ,la indiferencia nunca llora.
    Saludos!

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  2. Todos los días estamos rodeados de dramas personales, mucho más cerca de lo que creemos. Triste pero cierto.

    Por cierto, este fin de semana dan la americanada que tanto te gustó;) yo por lo menos iré a disfrutarla.

    http://www.youtube.com/watch?v=WFDD8fzMXTY&feature=related

    PD: Eskerrik asko komentarixuegatik

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