sábado, 13 de marzo de 2010

The only exception

Vivimos en un mundo en el que no sirve de nada ser honrado, en un mundo en el que quienes mandan, nuestros jefes, los ricos y poderosos, los envidiados por todos, las modelos perfectas, los maniquies de la televisión que obedecen órdenes y manipulan la información y un etcetera más largo que nunca, han conseguido ser quienes son a base de pisar a otros, de jugar sucio, de mentir (u ocultar la verdad en su defecto), de hacer trampas, mamadas o donativos interesantes. No, por dios, no estoy generalizando. Como en todo hay excepciones, pero como decían en una película que vi hace no mucho, nosotros, por lo general, tendemos a ser la regla y no la excepción. Y, sin embargo, algunas veces, a pesar de los cabrones, del dolor, del deshonor, de las adversidades, la maldad...a pesar de todo y contra todo pronóstico, de repente, la vida te sonríe y durante algún tiempo incluso creemos que las casualidades son posibles, que los finales románticos de los cuentos de hadas existen, que los príncipes y princesas no se convierten en sapos envenenados, que la verdad y el bien siempre prevalecen sobre el mal y el sufrimiento. Llegamos a creer en el Karma, las señales, en Dios, el destino, las casualidades o en la suerte. Y si me permitís ser tan estúpida os diré que la vida no es tan perra a veces si crees en estas cosas, o al menos en algunas de ellas. Personalmente me gusta pensar como los niños que lloran porque ya no quieren ser niños y no quieren llorar como niños, ingenuamente, y como me enseñaron de pequeña: a las personas buenas les pasan cosas buenas.

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