domingo, 20 de septiembre de 2009

Enjoy the silence.


Es curiosa la necesidad que sentimos de oir algo constantemente a nuestro al rededor. Bien sea la voz del compañero diciendo cosas sin ton ni son por no verse envuelto en un momento incomodo que se crea entre dos conocidos o incluso amigos que no tienen mucho que decirse y no sienten la suficiente confianza como para disfrutar del silencio que les rodea. O la manía de hacer el amor con música de fondo, con la emisión radiofónica vespertina o con alguna estúpida serie de television del año 99 que dan en el canal catorce a las tres de la madrugada.

Y puede que yo sea la primera que en el ascensor le hable al vecino del sexto de lo revuelto que está el tiempo últimamente o que tararee una canción y haga aspavientos sin cesar para huir de él. Pero si te soy sincera no le tengo miedo. Es más, me gusta disfrutar y oir cada latido de tu corazón cuando apoyo mi cabeza en tu pecho; me gusta oir el vaivén de los árboles que se mecen, despacio, a lo lejos; me gusta el sonido pausado de tu respiración; me gusta oir la lluvia cuando choca con mi paraguas y cuando en atardeceres tormentosos golpea violenta mis ventanas; me gusta simplemente sentarme en un lugar tranquilo sin tener nada que hacer, sin prisa y disfrutar del silencio y de la oportunidad que me brinda para dedicarme un momento a mi misma y pensar. Siéntate a mi lado, acaricia mi mano y no digas nada. Los gestos valen siempre más que las palabras.

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