miércoles, 24 de marzo de 2010

Noches reversibles

Los que prometían alegrías sin dulces. Los que cambian el orgullo por perdón. Los que no esconden su cabeza bajo la almohada para escaparse de los susurros que emergen entre el silencio de las horas sin luz. Los que piden ayuda a gritos sin pronunciarlo, pero la rechazan cuando la reciben.
Yo crecí en la vigilia, escondida bajo las sábanas para no escuchar, pero aguzando el oído con el mínimo movimiento. Aprendí antes que la mayoría qué significan las palabras como silencio. Aprendí que, como sabiamente dijo el señor Borges, "las palabras dichas en momentos de ira siguen hiriendo durante toda la vida". Sin embargo, ¡hay tanta gente que juega al escóndite como yo que, aunque parezca mentira, aún no ha aprendido a sellar sus labios cuando es necesario!

¿De verdad resulta tan difícil perdonar? ¿Para que nos sirve el orgullo y el rencor, si lo único que nos ofrecen es un fuelle que aviva el fuego del odio que llevamos dentro? Este juego es demasiado corto e impredecible para permitirme pasarlo enfurruñada, ciega, sola, harta, furiosa, dolida...y me encantaría seguir, pero eres tú la que sabes como te sientes, no yo.

sábado, 13 de marzo de 2010

The only exception

Vivimos en un mundo en el que no sirve de nada ser honrado, en un mundo en el que quienes mandan, nuestros jefes, los ricos y poderosos, los envidiados por todos, las modelos perfectas, los maniquies de la televisión que obedecen órdenes y manipulan la información y un etcetera más largo que nunca, han conseguido ser quienes son a base de pisar a otros, de jugar sucio, de mentir (u ocultar la verdad en su defecto), de hacer trampas, mamadas o donativos interesantes. No, por dios, no estoy generalizando. Como en todo hay excepciones, pero como decían en una película que vi hace no mucho, nosotros, por lo general, tendemos a ser la regla y no la excepción. Y, sin embargo, algunas veces, a pesar de los cabrones, del dolor, del deshonor, de las adversidades, la maldad...a pesar de todo y contra todo pronóstico, de repente, la vida te sonríe y durante algún tiempo incluso creemos que las casualidades son posibles, que los finales románticos de los cuentos de hadas existen, que los príncipes y princesas no se convierten en sapos envenenados, que la verdad y el bien siempre prevalecen sobre el mal y el sufrimiento. Llegamos a creer en el Karma, las señales, en Dios, el destino, las casualidades o en la suerte. Y si me permitís ser tan estúpida os diré que la vida no es tan perra a veces si crees en estas cosas, o al menos en algunas de ellas. Personalmente me gusta pensar como los niños que lloran porque ya no quieren ser niños y no quieren llorar como niños, ingenuamente, y como me enseñaron de pequeña: a las personas buenas les pasan cosas buenas.

sábado, 6 de marzo de 2010

Desolé

Con el sabor de la última cerveza aún en la garganta, intentando tragar saliba para poder hablar y dejar escapar tus secretos y tus verdades sin ahogarte en el intento. Con todo lo que eres, desnuda frente a mi hablando desde tu yo. Sabiendo que no es lo que quiero oirte decir, sabiendo que con todas mis fuerzas intento retener una lágrima que amenaza con escaparse sin mi permiso, sabiendo que quisiera echar a correr y no pararme hasta perder el sentido, sabiendo que me muerdes la alegría, que construyes mi dolor.


Que arda el destino, que no se quemen las historias que nos quedan por contar.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Linger



Se apresura a ponerse los auriculares y abre el libro que siempre lleva a mano tan pronto como toma asiento, y se embriaga así, de una historia medieval, de las penurias de Isabelle, la sonrisa inocente de la triste Marie y la serenidad a pesar de las adversidades de la hermosa Susanne. Sin saber muy bien por qué, mientras imagina que ella es la protagonista vestida con un largo vestido de ese mismo color azul que describen una y otra vez todas esas páginas que aún no ha leido, levanta la vista de esas hojas amarillentas y posa su mirada en las calles de una ciudad que hoy se encuentra cubierta de nubes y que sufre la amenaza de las primeras gotas de lluvia de una primavera inminente. Descubre así una señora de mediana edad, de un pelo moreno, largo y descuidado, con un pañuelo que intenta, sin éxito, cubrirlo y proteger de paso a la mujer que se encuentra debajo de esa ropa maltrecha del frío aire de marzo, que semiescondida y recostada sobre un contenedor, busca desesperada entre lo que muchos han considerado caduco, inútil y sobrante. A su alrededor, un hombre descarga botellas de Coca-cola de un camión; dos niñas pequeñas que lucen unos graciosos uniformes de cuadros pasean de la mano seguidas con los ojos por sus madres, que caminan unos metros detrás de ellas; una señora saluda a un conocido del trabajo...pero a la mujer que busca esperanza en el fondo de un contenedor no la ve nadie. Unos metros más adelante una joven posiblemente proveniente del Este, sale de un bar apresurada con el telefono móvil pegado a la oreja, atenta a lo que alguien en el otro lado de la línea le está contando, nada bueno puede deducir, pues estalla en un sollozo sordo y se lleva una mano a la boca, como escondiéndose. No sabe que nadie le está mirando excepto ella, que gira rápidamente la cabeza queriendo saber más sobre esa chica que llora desconsolada... pero es demasiado tarde, el semáforo cambia a verde y el autobús avanza rápido hacia otras vidas. Hacia otras posibles Isabelles, Maries y Susannes del siglo XXI. Cansada de esas calles ciegas vuelve la vista hacia su libro, pero una espesa capa húmeda le nubla la vista. Al darse cuenta de su propia indiferencia no puede evitar que una lágrima caiga para mezclarse entre las letras de las palabras de las páginas de esa historia que, de pronto, le parece tan lejana.