domingo, 29 de noviembre de 2009

The lovers are losing


Somos personas de costumbres. Nos gusta la rutina, hacer siempre lo mismo y de la misma manera. Bien sea el orden en el que desempeñamos tareas simples como por ejemplo limpiarse la cara, desayunar y vestirse por las mañanas según nos levantamos de la cama, o el lado del autobús o la fila que elegimos a diario para sentarnos. Y ocurre que si estas pequeñas costumbres se ven alteradas, nos sentimos raros, incomodos, desorientados. No nos gusta que cambien las cosas de sitio en nuestro cajón de la ropa interior, simplemente porque sólo nosotros sabemos en que lado ponemos los sujetadores dentro de ese armonioso desorden. Al igual que tampoco nos gusta encontrar que alguien está sentado justo en el sitio en el que normalmente tú te sentarías.
Nos ponemos nerviosos y nos volvemos inseguros porque nos encontramos ante algo nuevo y desconocido. Creo que algunos lo llaman miedo, o pánico.
Supongo que todos conocemos esa sensación que te aborda, que te invade, que te quita el aire. Cuando una persona va robandote poco a poco trozitos de corazón y acapara cada vez más y más. E intentamos protegernos de esa pequeña y externa invasión sorpresa. Nos ponemos corazas y rechazamos el riesgo. Nuestra rutina se ve de pronto, sin previo aviso, amenazada.

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